Abro la puerta para encontrar mi pequeña
habitación. Sola al fin. Invadida por la desesperación comienzo a llorar.
Siento que las lágrimas invaden mis ojos, las siento deslizarse por mi cara, me
empapan la mente, me nublan la mirada. Persistentes tratan de borrar manchas
indelebles de mi alma. La madrugada esta fría pero me tengo que lavar. El agua
es helada no aguanto más, prefiero el frío a cualquier falso calor. Se desliza
por mi cuerpo, se cuela por mis senos y
entre mis piernas. Trato de lavarme
bien, trato de limpiar con furia la noche. Dicen que el agua purifica, ojalá
fuera verdad, ojalá el agua y el jabón borraran la memoria. Salgo temblando del
baño. La toalla es áspera raspa mi piel, la noche me dejo sensible, nunca me había
molestado tanto su tacto. Me tiendo en la cama ya sin frío. Desnuda, triste y
sola suspiro despidiendo el pedazo de mi alma que perdí esta noche. De nuevo comienzo a llorar. Se me inundan los
ojos al recordar el dolor, la humillación.
Hoy la noche me dolió, la oscuridad, me trago. Mi cuerpo se queja, no
puedo entender cómo llegue a esta vida y cómo ya no puedo escapar. Veo la ropa
que tiré en el suelo, la miro con asco, , me gustaría quemarla y quemar con
ella esta asquerosa vida. Me desconozco ¿Dónde esta Sofía? ¿Dónde estoy yo?
Miro mi cuerpo, le pido perdón, lo rozo con mis yemas suavemente, siento tanto
dolor... Parece no responderme, ya no siento el tacto, ya no siento ni mi
propio calor. De nuevo las lágrimas, de nuevo el dolor, le digo: lo siento, no
mueras, resiste. No responde, ya no escucha mi voz, sé que está furioso, más
que eso decepcionado, porque noche tras noche le juro lo mismo y noche tras
noche lo vuelvo a traicionar. (AE)
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