¡Calla mundo!, no te atrevas a decirme cómo deben
ser mis curvas, cuánto debe pesar mi cuerpo, hasta dónde me debe llegar la
falda, o cuál es el mejor color para mi cabello. ¡Calla mundo!, no tienes
ningún derecho a exigirme, siquiera a proponerme una forma, un tono, una
textura, una sonrisa preformada. ¡Calla mundo!, no me digas cómo debo actuar,
sonreír o amar, no te atrevas a sugerirme que debo ser sensual o recatada, cómo
debo moverme, cómo atraer la mirada de los demás. ¡Calla!. No te das cuenta que
mi piel y mi carne, aunque no correspondían a las exigencias que hoy proclamas
y exiges, ya fueron deseadas: un canalla que me hizo callar, cuando siquiera
sabía hablar, vio en mi cuerpo sin curvas, sin sonrisa de revista, sin
intensión de atraer la mirada de unos ojos distintos a los de la protección,
algo con lo cual gozar. ¡Calla mundo, que tú no sabes nada de mi vida!,
¡Calla!, porque yo ya no quiero seguir callando. Anónima
cuanto dolor
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