
Para que otros no callen debemos nosotros mismos hablar; hablar del peso de la ausencia; hablar como una manera de decirle a quien nos aísla y no nos reconoce como un auténtico otro que para mí, él o ella sigue siendo importante; hablar para no llevar solos el peso de la culpa, el dolor, la violencia o la ira; hablar para decir que nos sentimos solos, tristes, desamparados, incomprendidos, vulnerados.
Hablar porque si al menos uno/a de los/las dos habla, entonces se abre el camino para romper la indiferencia, para que el otro o la otra recuerde que yo estoy ahí y que si no desea hablar como mínimo puede recibir de mí el abrazo, la ternura, la solidaridad, el afecto y darse cuenta de que también puede contar conmigo.
Si logramos que el otro, la otra, hable, es posible construir la conversación, como camino al dialogo, y este como camino a la dialógica, porque sólo entendiendo que el otro, la otra, vive, siente y se emociona distinto de mí y respetando dicha situación es posible ese dialogo en la lógica de quien necesita ser escuchado, amado, perdonado… El amor no es posible sin la dialógica."
Manuel Velandia
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